mayo 11, 2020

Las Mil y Una Noches, o la “Búsqueda de Cleopatra”, la gran revelación de una antropóloga dominicana

Rodrigo regresando a la región de sus antepasados. Parecería que nunca había salido de allí.

Capitulo 1-
Una historia Fascinante

Estando en Cairo, Manuel y Karla Rocha, nuestros hermanos de viaje y de muchas otras aventuras, nos habían invitado esa noche a cenar con una amiga Dominicana que estaba viviendo en Alejandría desde hacía un tiempo, y que trabajaba en una investigación sobre el lugar donde ella creía podría estar enterrada Cleopatra. Confieso que como lo único que me acordaba de Cleopatra es lo visto en la película de Elizabeth Taylor con Richard Burton, pues los libros de historia de bachillerato se borraron en gran parte de mi memoria, me pareció raro, por no decir inverosímil, que alguien de Santo Domingo pudiera tener una teoría sobre el lugar de su tumba, pues creía que todo había sido manejado por los Romanos al suicidio de Marco Antonio y a la muerte de Cleopatra por la picadura de una serpiente, picadura que ella misma había arreglado, no sé cómo, en su celda, para unirse a su amado. Y colorín-colorado.

Llegamos a la cena un poco incrédulos, para decir verdad. Pero conociendo a Manuel y Karla, no podía dejar de pensar que tenía que haber un elemento de credibilidad importante, pues ellos no dan nunca pasos así a la ligera. Por lo tanto, confieso que había cierta ambigüedad en el aire. El restaurante egipcio del Oberoi es, ciertamente, muy egipcio. La decoración, el ambiente, los trajes de los meseros, la iluminación y el recuerdo de las experiencias vividas ese día, pusieron la nota adecuada a favor de una noche “interesante”. Interesante no es palabra. Fascinante, se queda corto.

Llegamos a la cena un poco incrédulos, para decir verdad.

Todo sonaba demasiado raro

Nos presentaron a Kathleen Martinez y a su hija de 13 años, Chantal. Una persona joven, muy joven, con ojos grandes, acaramelados, con mirada clara y franca, muy bella (como buena Dominicana) y de un hablar muy suave, pausado, tal vez mucho más lento de lo que estamos acostumbrados a escuchar en el Caribe. Hablando con ese acento tan rítmico de Santo Domingo, un cierto “cantadito”, comiéndose muchas “eses”, y de una apariencia tan ingenua y poco “científica” que de entrada daba la idea que de todo hablaríamos esa noche, menos de Cleopatra.

Cómo estaba de equivocado. Lo que a continuación describo, pertenece más bien a una página o capítulo de Las Mil y Una Noches que a una cena social con amigos, en un hotel de Cairo.

Comenzamos con la conversación trivial de rigor, pero sabiendo que Manuel y Karla habían volado 28 horas con sus dos hijos Emilio (15 años) y Camila (13 años), que habían dormido solo 4 horas y que habían estado en el agite del día con nosotros en las pirámides, y que para completar el panorama teníamos todos que madrugar al ía siguiente a las 06:00 AM y, más aun, sabiendo que Kathleen tenía que tomar un vuelo a las 07:00 AM a Santo Domingo a pasar navidades con su familia, le preguntamos, a boca de jarro, qué demonios hacia una chica tan “chic” de Santo Domingo, embarcada en un tema de tan alto turmequé y de tanto rigor científico e histórico como era el tema de Cleopatra.

Nos contó que es abogada de profesión, pero que desde muy pequeña le había fascinado la historia de Cleopatra y que contra viento y marea se las había ingeniado para sacar una maestría en España en arqueología, a la par que había realizado estudios de abogacía en dicho país. Su padre, abogado muy conocido en Santo Domingo, obviamente aspiraba a que su hija continuara con el legado familiar y trabajara en abogacía allí, a donde regresó de España, se casó, tuvo dos hijos y comenzó a practicar su profesión.

Entre ceja y ceja, sin embargo, seguía con su embeleco de Cleopatra, y ya era la comidilla en toda su familia como “la Kathleen se nos enloqueció de verdad”. En esas, comenzaba a preparar un bufete en asocio de una de las grandes firmas americanas de abogados cuando, de repente, le informaron que los trabajos de decoración interior, bajo especificaciones americanas relacionadas con temas de informática, tipos de acabados y tal, muy demandantes y complejos, obligaban a demorar la terminación de las oficinas 3  meses más. Se le iluminó el bombillo y se le metió aprovechar el intervalo de tiempo para irse a Egipto en compañía de otra amiga Dominicana, para “quitarse el focú” de encima de sus teorías sobre dónde estaba Cleopatra enterrada. Quería darse cuenta que su teoría no tenía asidero científico alguno para poder regresar tranquila a desarrollar su nueva firma de abogados.

Elizabeth Taylor en su rol estelar como Cleopatra

Y la teoría es, si mi memoria no me falla (porque no tomé notas esa noche, solo la fascinación de la historia me han servido para tratar de relatarlas aquí), consiste en decir que Cleopatra no se suicidó con el veneno de una serpiente por amor o despecho, o por motivo político, sino por motivos religiosos. El suicidarse en si dejándose morder por una serpiente, nos cuenta Kathleen, era cosa de por si complicada pues el hacer entrar clandestinamente la serpiente a la cárcel donde la tenía el pro-cónsul Romano, unido a lo incierto de esperar a que la bendita serpiente la picara, cuando había maneras de suicidarse con veneno instantáneo y sin riesgos, veneno que podía introducir a la cárcel fácilmente en pequeño recipiente, todo esto podía tener justificación dramática y como novela, pero algo faltaba. Para Kathleen, la pieza faltante consistía en percibir a Cleopatra como Isis, la diosa Egipcia, esposa de Osiris, su hermano, (como era costumbre en los faraones el casarse entre hermanos por aquello de la sangre azul) el dios, hijo de Re y que su muerte debería constituir más bien una manifestación, un legado, un precepto, pero te tipo religioso, no político ni romántico. Que por lo tanto, ella aspiraría, si su teoría era válida, a ser enterrada en un templo dedicado a Isis en el desierto de Libia, al oeste de Alejandría, donde Cleopatra vivió sus últimos días. Hasta el momento, no se había encontrado dicho templo, y el único que se estaba excavando en la zona indicada estaba a punto de ser declarado ya no como lugar arqueológico sino como atractivo turístico, porque no habían podido inclusive concluir que había sido un templo utilizado sino cuya construcción nunca se terminó y fue abandonado antes de culminar cualquier construcción. Recordemos que todos los estudios sobre dicha historia, basados en registros romanos, en investigaciones de arqueólogos Franceses de la época de Napoleón, Ingleses y Americanos de Harvard y de Yale, las dos universidades que mayores cantidades de recursos le han dedicado al tema, concluían que no se sabía que existiera el templo de Isis en la zona, y mucho menos dónde había sido enterrada Cleopatra porque los romanos no estaban interesados en hacer de ella una mártir, una deidad, un símbolo que sirviera en contra del Imperio.

Cleopatra no se suicidó con el veneno de una serpiente por amor o despecho, o por motivo político, sino por motivos religiosos

Esta era la base fundamental de su teoria.

Capitulo 2
Kathleen se la juega toda

Se embarca pues esta chiquilina Dominicana, dulce y de hablar suave, con carita de “yo-no-fui”, para El Cairo, con su amiguita de Santo Domingo, en el año 2004-2005. Aspiraba en su ingenuidad el poder conversar un momento y explicarle su teoría al gran director de la oficina de antiguedades de Egipto, el gran arqueólogo y eminencia mundial, el Doctor Zahi Hawass, famoso no solo por ser un erudito que manejaba el ministerio más importante de arqueología del mundo, sino por ser un tipo muy cortante, incluso arrogante, directo e impaciente, a quien ver personalmente constituía una verdadera odisea. Pero ella, con esa frescura virginal de los que creen en algo a fe ciega, no se le pasaba por la mente que esto no fuera posible.

En el avión de Air France que la llevó primero a París, con conexión a Cairo,  dio la casualidad que le tocó sentarse al lado de una señora bastante mayor, francesa, y que, para asombro digno del libro “Synchronicity” resulta ser arqueóloga. Al entrar un poco en conversación y pedirle su opinión de cómo hacer para entrevistarse con el doctor Hawass, la arqueóloga la mira, y en un arranque de vanidad, sin preguntarle por qué le está haciendo esa pregunta, le da un recuento de su pedigrí como arqueóloga, le informa que a ella, reconocida por el gobierno egipcio como una verdadera autoridad en este campo, una cita con Hawass le demora entre 90 a 120 días en ser concedida y eso cuando tiene algo verdaderamente importante para comentarle, cosa que debe hacer por escrito y con gran cantidad de documentos de soporte. Concluye su exposición al asegurarle que otras personas, sin dicho tipo de credenciales, como mínimo demorarían unos 6 meses a 9 meses, quizás un año en ser recibidas. Le pregunta por sus credenciales a Kathleen y ella, muy natural, le comenta obviamente que no tiene ninguno, que su teoría es producto de sus propios estudios y conclusiones, que ha leído mucho e investigado mucho sobre el tema, pero que no tiene credenciales de trabajos académicos que la sustenten. La arqueóloga francesa la mira de pies a cabeza, voltea su cabeza para el otro lado y no le vuelve a dirigir la palabra en todo el resto de las varias horas de viaje. Toma un libro, se pone a leer y ni-fú-ni-fá de ahí en adelante. Lo único que se le atraviesa decir, al bajarse del avión, es “en Egipto, hay que tener mucha paciencia”, y se va sin despedirse siquiera.

Luego de unas 24 horas de viaje, aterriza Kathleen con su amiga en Cairo y al pasar por inmigración, la para el oficial de turno y le pregunta que de dónde son. Le dicen que de Republica Dominicana. El oficial mira el pasaporte, las mira a ellas y dice: “Mickey Mouse Passport” y las mete a una salita, la famosa “pecera” de las oficinas de inmigración. Allí le dicen que si Republica Dominicana es un país, (en esa época no había Embajador ante Egipto), que cuando y donde pagaron ellas por un pasaporte falso, que si tal cosa, que si tal otra. Era la media noche. Les dicen que esperen sentadas mientras investigan, luego de todo tipo de preguntas maliciosas, de insinuaciones sobre motivaciones que las llevaban a Egipto, etc. Se recuerda Kathleen de las palabras de la arqueóloga francesa sobre “tener paciencia”, le recomienda a su amiga, que a estas alturas del partido estaba entrando en un ataque de pánico generalizado, que se tranquilice, monta y cruza las piernas sobre su maleta y se acomoda lo mejor que puede en semejantes circunstancias a esperar a que le investiguen su caso. Pasan 5 horas, son las 5 de la mañana y de repente se abre la puerta y aparece el supervisor del turno de la mañana. Se presenta, les pide disculpas por la demora, explica que tuvieron que poner telegramas a toda parte preguntando por dicho país y por dichas personas, Interpol, DEA, y quién sabe cuántas otras agencias internacionales. Que no habían encontrado nada irregular, que disculpen la molestia y que se pueden ir, luego de un corto “bienvenidas a Egipto”.  Salen de la aduana, y a esa hora, quien dijo que conseguían un taxi por alguna parte. No había un alma, era el aeropuerto viejo, no el nuevo y moderno al que llegamos nosotros. Salen a la calle, oscuro todavía, esperan un rato y nada. Se devuelven, le preguntan al supervisor, quien apenado llama por radio a alguien y a los diez minutos se aparece un “van” destartalado, con unos personajes salidos de una película de Indiana Jones, sucios, manchados, barbados, con mirada libidinosa, con ojos enrojecidos o por el sueño o por algo más, cuenta ella, y las invitan a entrar. Se imagina Kathleen secuestrada, llevada por el desierto a oscuras, terminando en algún lupanar de Libia, Arabia Saudita, Sudan, o quién sabe dónde. Ahora la del pánico es ella. Ve una oficina de turismo que comienza a abrir las puertas para el turno del día, se le mete a la carrera al tipo que la está abriendo y tratando de comprar tiempo hasta que saliera al menos el sol,  se inventa que necesita un guía pro 5 días, que ella lo paga, que necesita que hable español, porque su amiga no habla ni papa de Inglés. El tipo de dice que todavía no abre que le dé el nombre del hotel donde va a estar y que la llama allí esa tarde para indicarle si lo puede hacer. Ella insiste en que tiene que ser para ese mismo día a las 11 de la mañana, (eran las 5:30 AM) y mientras los fulanos del “van” siguen a la espera,  finalmente le avisan que guía no hay sino para dentro de un día.

Son ya las 6:30 AM y comienza a amanecer y ella al menos quería saber da dónde la llevaban de día, porque de noche podían ir por el desierto y ni se hubieran enterado. Suena todo esto de película? Sí, pero todavía no han oído nada. Finalmente le avisan que consiguieron uno y que estará a las 11:00 AM en el hotel que ella diga. Pues estas chiquilinas no tenían hotel, era ese el grado de aventura en la que se habían embarcado. El tipo de la oficina de turismo le consigue uno, la manda con el “van” para allá y caen colapsadas en un hotel central de Cairo, no de los mejores pero pasable, con la idea de que a las 11:00 AM, es decir a las 3 horas, vendría el guía. Obviamente, Kathleen no tenía la más mínima intención de salir con un guía a esa hora. Duermen como un lirón hasta las 4 de la tarde, bajan, y el recepcionista les informa que el guía las está esperando desde las 11:00 AM!.

Con la cara caída de la vergüenza, Kathleen le habla, le dice que con gusto le paga, que no se preocupe, que él está contratado por 5 días, que se vaya y que vuelva al día siguiente. El guíale dice que no puede, que tiene que sacarla porque si no a él no le pagan. Ella insiste en que está fundida, que no quiere salir. El insiste en que no puede hacerlo así porque no le pagan. Acuerdan, luego de un rato, a que el guía les dé una vuelta de 5 minutos alrededor de la cuadra, las traiga de regreso, le firmen el recibo y se vaya. Cuando salen del hotel, el guía comienza a hablar de tal monumento, de tal cosa, del museo de Egipto, de Tutankamon, de patati, de patatá. Ella le dice que no está interesada en nada de tour ese día. El sigue hablando sin parar sobre el monumento, el museo, etc. En su desespero, Katlheen le pregunta que cual es su profesión, y él le comenta que es arqueólogo-egiptólogo, que trabajó durante 12 años en el ministerio de antigüedades del gobierno, pero que debido a los bajos salarios gubernamentales, se había salido a trabajar al sector privado para poder enviar a sus hijos a una escuela privada. Sigue su relato Kathleen y a estas alturas del relato hasta se nos había olvidado ordenar la cena, pues además del relato en si, su manera de contar su historia es de una candidez y fluidez narrativa tal, con un cierto dejo de humildad y de ingenuidad desconcertante, que todos le dijimos, sin saber que seguía, si había escrito algo sobre el tema, si tenía un blog para volvernos seguidores, etc. Nos pide que esperemos a escuchar el resto. A regañadientes aceptamos, pedimos la cena a la carrera y prácticamente la asaltamos nuevamente a preguntas.

Nos dice ella que al escuchar esto del guía, case si le cae la quijada de su asombro, sorpresa y excitación. Le pregunta a boca de jarro que si conoce al doctor Hawass. Este le comenta que no personalmente pero que la hermana de su esposa es su asistente. Se imaginan ustedes la cara que nos hizo Kethleen, reproduciendo lo que sintió en aquel momento? Resuelve entonces confesarle, superficialmente, que viene a buscar una entrevista con él para un tema de arqueología para no asustarlo con creer que es una Dominicana loquita, como ya la conocían su familiares en Santo Domingo, y le pregunta que si su cuñada le puede conseguir una cita con Hawass. Este le dice que tal vez en un par de semanas. Ella le dice que tiene que regresar a América, que tiene que ser al día siguiente. Una sonrisa tropical y un lamento-suplica bien puestos, logran que el guía llame a su cuñada y le pida el favor de conseguirle la cita a una arqueóloga Dominicana para el día siguiente. Cuál sería su sorpresa cuando a las tres horas y cuatro cafés turcos más tarde, comiéndose las uñas de la emoción y expectativa, una llamada de la cuñada le informa que la cita está conseguida para el día siguiente a las 10:00 AM, por 10 minutos, dentro de una audiencia colectiva que Hawass daría a esa hora. Nos contó que lo único que se le ocurrió pensar a Ktahleen fue imaginarse la cara que pondría la arqueóloga francesa si supiera sobre este logro inaudito.

Zahi Hawass

Como en el cuento de Scheherazade, y debido a que estoy fundido de cansancio pues son horas muy tempranas de madrugada del día siguiente, les pido que no se pierdan el próximo capitulo sobre la entrevista de Kathleen con Hawass. Compramos así, un día más de vida para estas crónicas de viaje y tal vez ustedes puedan ahorrarse una caja de píldoras para dormir.

Capitulo 3
Entrevista con Zahi Hawass

Muy cumplida llegó Kathleen a su cita. Era una audiencia con varias personas, todas mayores, tanto Egipcias como Occidentales sentadas muy dignamente, varios de ellos de corbata. El diálogo descrito por ella sucedió más o menos asi:

Zahi (Z de ahora en adelante): usted quién es?

Kathleen (K): Mi nombre es fulanita de tal

Z: Y a que viene?

K: Vengo a pedir permiso para excavar en el templo de Taposiris Magna, en el desierto Libio al Oeste de Alejandria porque creo que en realidad ese es el templo de Isis y que allí se encuentra el sarcófago de Cleopatra.

Z: Está usted tomándome el pelo?

K: No, estoy hablando muy en serio,

Z: Cuales son sus credenciales? De cuál institución viene? Harvard, Yale, París, Londres?

K: vengo de la República Dominicana y no pertenezco a ninguna universidad. Soy arqueóloga de profesión, vengo estudiando el caso desde hace mucho tiempo y creo tener ideas de por qué está enterrada en el templo que está siendo excavado, porque ese templo tiene que ser dedicado a Isis.

Z: República Dominicana? Y eso es un país?

K: Si.

Z: Dónde queda?

K: Bueno, queda en América, dentro de la cuenca del Caribe.

Z: Pero ese templo no está dedicado a Isis y estamos a punto de declararlo solamente de interés turístico y no arqueológico. No lo sabe usted?

K: Si, lo sé. Por ello es que vengo a pedirle que antes de hacerlo, me deje demostrar y presentar mi teoría. 

Z: Usted se da cuenta del tiempo que me está quitando para venir a pedirme semejante cosa, algo que está más que bien documentado y que luego de muchísimas excavaciones en la zona no se encuentra por ninguna parte rastro alguno del templo de Isis ni de esas criptas? Por favor señra, tenga más respeto (todo este diálogo lo reproduzco de memoria, pido perdón por inexactitudes, pero luego lo trataré de reconfirmar con la propia Kathleen a quien enviaré copia, oportunamente,  de este relato).

K: yo solo le pido que me deje exponer mi teoría.

Z: para cuando la puede traer? Le puedo dar 10 minutos en una semana

K: La puedo exponer ahora mismo. No puedo esperarme porque me regreso a Santo Domingo.

Z: (mostrándose tremendamente impaciente y molesto) Mire, por estar aquí le doy 10 minutos ya.

Comienza K a dar su relato ante un Z que estaba mirando sus otros papeles, sin prestar atención, ido mentalmente del tema. A los 4 minutos la corta en seco y le dice:

Z: Mire joven, no creo que valga la pena que siga. Usted me está robando tiempo precioso.

K: Nos comenta Kathleen que en ese momento, viendo su entrevista a punto de fracasar, solo se le ocurrió dar una palmada dura contra la mesa, mirarlo a los ojos, y sacando una fortaleza que su cara bondadosa no estaba acostumbrada a mostrar, le dice de frente:
Usted me dio 10 minutos. Déjeme terminar. No puedo entender que usted, que se ha preciado de ser uno de los grandes arqueólogos del mundo, que ha validado el encuentro de tesoros antiguos, la gran mayoría de ellos descubiertos al azar o por personas no profesionales pero que tenían una fuerte intuición de dónde estaban, como Howard Carter cuando luego de 10 años descubrió la tumba de Tutankamón, o cuando el soldado francés  descubrió la Piedra Rosetta por pura casualidad cuando su camello, al tropezar, topó con la piedra, me pueda negar la oportunidad de poder terminar de exponer mi teoría.

Kathleen Presentando ante Zahi Hawass su teoría

Z: Parece que esto sacudió un poco a K; pero mostrando aun mucha ira y poniéndose colorado, le dice: continúe….

Termina un par de minutos más tarde y Z le dice que muchas gracias, que no cree que haya mucho fondo detrás de su teoría, que además no está respaldada por ninguna institución, que no representa ni a Harvard ni a Yale o similares y que por lo tanto, da por terminada su presentación.

Queda Kathleen muda, paralizada, frustrada, abrumada.

Se para en esos momentos uno de los varios asistentes que hasta el momento habían estado muy callados y pide la palabra. Le dice este señor, mucho mayor, al doctor Hawass:

Soy fulanito de tal y con mis colegas aquí presentes represento a la Universidad de Harvard. Hemos escuchado con gran detenimiento lo que la señora ha expuesto, hemos cambiado a baja voz impresiones y le comunicamos que nos parece una teoría no solamente fascinante sino muy bien puesta en razón, y que estaríamos dispuesto a considerarla como parte formal de una propuesta nuestra, incorporar a la arqueóloga Martinez a nuestro equipo y a continuar con ella esta exploración.

Hawass no podía caer de su asombro. No sabía si pararse e irse, si terminar la reunión, si enojarse, si qué. Pero siendo una persona bien inteligente y mucho más sagaz, y como buen político que había tenido fieras luchas en su país para manejar semejante ministerio, optó por agradecer el apoyo de los “scholars” de Harvard, de agradecerle a Kathleen su interés y de comunicarle que le daba un permiso de 2 meses para poder demostrar su teoría, algo que normalmente se otorgaba por espacio de un año. Y Kathleen necesitaba regresar a Santo Domingo antes de dos meses para poder terminar los arreglos de la oficina. Nadie allí presente, podía creer lo que acababa de suceder en la oficina del jefe supremo de las antigüedades egipcias! Pero se daban cuenta, comenzando por Kathleen, que lo que estaba era dándole un plazo para que fallara. Como quien dice, para que nadie pudiera decir que no le había dado oportunidad pero para que se cayera de su propio peso que esta teoría no tenía ni pies ni cabeza.

Ella, le agradeció profusamente a los expertos de Harvard el que hubieran apoyado su postura, concertaron una reunión para más tarde, y salieron de la oficina de Hawass apresurados. 

Capitulo 4
La búsqueda y encuentro del templo de Isis, Cleopatra, tal vez incluida:

Kathleen no quiso aceptar ser parte del equipo de Harvard. No quería, dentro de esa terquedad que la inexperiencia y la juventud respaldan, perder su identidad ni que, si algo encontraba, figurara como un encuentro de Harvard y no de ella. Hasta ese punto de ceguera y convicción había llegado.

Les agradeció nuevamente su apoyo, cambiaron tarjetas, quedaron en seguir en contacto, y ella salió para Alejandría, armada solamente con el permiso oficial de poder exponer su teoría antes de dos meses, delante del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto,  otorgado por el doctor Hawass, y poe lo tanto, tratar de aprovechar al máximo ese par de meses que le quedaban antes de regresar a Santo Domingo.

Visitó la excavación y nos cuenta que desde el momento que pisó el terreno, sintió esa extraña sensación de que estaba ad portas de un encuentro pudiéramos decir místico, cósmico, que en realidad había allí algo de energía y áurea mágica, que tenía la intuición de que Cleopatra estaba cerca. Nos dice que también se le pasó por la mente que a lo mejor lo que su papá y su familia le decían, que estaba medio “chalada”, tenía algo de verdad y que lo único que esperaba es que antes de los dos meses, pudiera quitarse esta obsesión de la cabeza y pudiera retornar Santo Domingo, tranquila y en paz de haberse quitado la duda de encima y poder continuar asi con su oficina de abogacía.

Estuvo entonces visitando las excavaciones y con su teoría en la mano, trató de establecer coordenadas en un terreno en realidad muy amplio, unos 3 kmts cuadrados, en dónde podían estar los túneles de entrada al posible templo. Armada de diagramas, estudios y con más intuición que cualquier otra cosa, se sumergió en su misión de tratar de encontrar respuestas a preguntas que por más de 2,000 años habían permanecido en el misterio y en el olvido.

En esas estaba por espacio de mes y medio, sin lograr el mínimo progreso y medio frustrada ya, cuando recibió, de repente, una llamada de la oficina de Hawass, a informarle que fuera al día siguiente para otorgarle una credencial oficial de exploración por espacio de 6 meses, algo muy corto para este tipo de eventos, pero a nombre de ella personalmente y, a estas alturas del relato, a nombre de la Universidad en Santo Domingo a la que Kathleen había sido capaz de conseguir como co-patrocinadora intelectual del proceso para darle cierta credencial institucional, pero ya no como una credencial del gobierno egipcio. Comprendiendo que a lo mejor lo que quería Hawass era quitarse el posible ridículo de que el fracaso seguro del experimento le fuera endilgado como si fuera un fracaso del ministerio, y que más bien quedara en su propia cabeza, no sabia que opinar. Sin embargo, consciente que esto era lo máximo que le irían a otorgar, y que era mejor que nada,  salió al día siguiente para Cairo, y recibió la credencial oficialmente. Como si la sincronicidad de todo este relato fuera poca, estando aun en la oficina de Hawass, con la credencial en la mano, recibió una llamada urgente, dramática, de uno de sus colaboradores en la excavación, informándole que acababan de encontrar una piedra importantísima, a seis pulgadas solamente de donde habían terminado de excavar en intentos anteriores, donde figuraba un medallón o cartouche, que daba por sentado que en realidad, estaban ante el templo de Isis, no el de Taposiris Magna y que por consiguiente su teoría tenia ahora un asidero científico muchísimo más valido.

Kathleen en plena búsqueda. Ahora ya reconocida como antropóloga experta en Cleopatra.

Cual sería su sorpresa cuando media hora más tarde, el mismo Hawass la llamó, excitadísimo, a preguntarle si ella antes de ir a su oficina ya sabía la noticia que a él le acaban de dar, pues no podía creer tantas coincidencias.  Ella le aseguró que no lo sabía, que ella misma no acababa de salir de su propio asombro y que estaba tan perpleja y tan contenta al mismo tiempo que no sabía ni qué decirle.

Desde ese momento para adelante, y para no alargarme más en este relato maravilloso, han sucedido cosas importantísimas en la vida de Kathleen Martinez, la abogada dominicana ingenua, convertida hoy ya en autoridad mundialmente reconocida en materia de arqueología, con decenas de descubrimientos de artefactos, estatuas, medallones (cartouches) autenticando la teoría de que este es, en realidad, el templo de Isis, esposa-hermana de Osiris, hija de Ra, diosa singular e importante en la historia Egipcia y que este si puede ser el lugar donde muy probablemente esté el sarcófago de Cleopatra porque esta mujer, que hablaba seis idiomas, que fue erudita, poeta, guerrera, líder y jefa de un imperio, estaba muy lejos de ser la diva caprichosa que en un arrebato de tragedia romántica decidió quitarse la vida por medios estrambóticos y peliculeros como era lo de la famosa serpiente. Era una diosa, y como tal el templo de Isis era el lugar adecuado para morir y ser enterrada allí.

Kathleen y Zahi Hawass en pleno trabajo conjunto

Kathleen ha salido en reportajes de CNN, Discovery Channel,  es reconocida ya como una autoridad, no solo por los expertos internacionales en la materia sino que, más importante aún, por el mismo Zahi Hawass, de quien se ha hecho bastante amiga. Hace dos años, el gobierno dominicano, inspirado por el  repentino éxito y celebridad de Kathleen,  y en reconocimiento a semejante logro, abrió relaciones diplomáticas con Egipto y a ella la han nombrado Attaché Cultural. Se mudó a Cairo con su hijita Chantal, hoy ya de 13 años como dije al comienzo de este relato, donde conduce durante los seis meses de invierno, porque en verano el calor en el desierto es insoportable,  excavaciones con 20 egiptólogos-arqueólogos y 60 asistentes-trabajadores.

El lugar se considera ya, debido a artefactos y medallones encontrados, como el templo donde Cleopatra está enterrada. Solo falta encontrarla. Tal y como Howard Carter hizo durante 10 años en el Valle De Los Reyes en Luxor, cuando tuvo la convicción de que allí estaba Tutankamón, y no cejó en su empeño hasta no consegurilo, Kathleen está decidida a encontrar a Cleopatra. National Geographic está preparando un documental sobre su trabajo y, para culminar este relato que no estaba ni siquiera en mi imaginación  cuando pensé en compartir mis experiencias del viaje con todos ustedes, solo les recomiendo que “Googlén” (si es que el verbo ya es aceptado oficialmente en Castellano) a “Kathleen Martinez Cleopatra” y se sumerjan en esta historia inverosímil que si no fuera porque la escuchamos directamente de su boca, hubiera creído que la había soñado o que era el producto de una novela, de otra película, o pura ficción, escrita en el más raro e increíble estilo “realista mágico”.

Sirva esta ocasión para brindar tributo a la tenacidad, convicción y constancia de esta increíble persona, que sacrificó muchas cosas en su vida, incluyendo relaciones personales, familiares y a grandes costos económicos y de confort, para venirse, ya divorciada, con su hija Chantal dejando en Santo Domingo un hijo de 15 años. Todo por estar siguiendo ese llamado a cumplir su destino, “to follow her bliss” como diría Joseph Campbell. Hace mucho tiempo no escuchábamos un relato personal de tanto valor y de tanto significado y solo esperamos los Rocha y nosotros el poder seguir el posible “blog” que le hemos rogado que comience a escribir, o el libro que debería estar escribiendo ya con los detalles, esos sí mucho más precisos y verídicos de los que aquí logro plasmar, producto únicamente de una memoria fragmentada pero impregnada por mi fascinación por haber escuchado su relato. Le pido disculpas por anticipado a Kathleen, a quien voy a enviar copia de esta narrativa, por las inconsistencias e imprecisiones aquí consignadas y que espero sean corregidas cuando publique su libro, que esperamos sea bien pronto.

Capitulo 5
Kethleen Martinez en National Geographic Magazine

Quien lo creyera: En Junio 2011 la National Geographic Society en su Magazine le dedican el artículo de fondo con portada y todo a Kathleen Martinez en su empeño en encontrar la tumba de Cleopatra. Se me heló la sangre cuando leí dicho artículo porque corroboraba lo que nos había dicho aquella noche de diciembre en el hotel en Cairo. No lo podía creer. El articulo completo se encuentra en este link: http://beingcleopatra.blogspot.com/2011/07/national-geographic-searching-for-real.html

Sirve este corto capitulo para cerrar esta historia que más parece algo contado por Scheherazade al sultán en las mil y una noches, que algo que uno pudiera experimentar en una cena tardía en un hotel de turismo. La búsqueda de la Tumba de Cleopatra entonces la escuchamos a ritmo de Merengue Dominicano con sabor a Macondo y de 100 Años de Soledad!

Rodrigo

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Rodrigo Arboleda

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