COVID 19 trajo a la mesa factores clave relacionados con trabajar y estudiar desde el hogar. La nueva norma será, muy probablemente, un futuro híbrido en el que se realizará más trabajo y más estudios en casa de lo que históricamente ha sido el caso. Aunque la tendencia ya estaba en marcha, COVID 19 aceleró y multiplicó el efecto sobre estos dos aspectos transformadores de la vida futura.
“El Internet de alta velocidad y banda ancha ya no es un privilegio, es un derecho ciudadano”
1- Primera verdad: Internet evolucionó desde ser un privilegio de unos pocos, para convertirse en un derecho humano básico de los ciudadanos. Pero no CUALQUIER Internet. Atrás quedaron los días de velocidades de Internet medidas en megabits por segundo (mbps). Démosle la bienvenida a velocidades en gigabits por segundo (gbps). ¿Por qué? Debido a que los inventos actuales y futuros exigen la transmisión instantánea de información en campos tan diferentes como cirugías remotas, vehículos eléctricos autónomos, transmisión de videos educativos, videoconferencias de alta definición en pantallas ultra panorámicas. La latencia es ya inaceptable, se necesita que la transmisión se haga en tiempo real instantáneo. De lo contrario, una comunidad que no comprenda esta transformación básica quedará fuera de cualquier competitiviad futura.
Afortunadamente, muchas ciudades se dieron cuenta de esta tendencia y están dando pasos hacia este cambio de paradigma. Suecia y la mayoría de los países escandinavos ya están muy por delante en este campo. Muchas ciudades en Asia, también. Medellín, en Colombia, es un ejemplo en el mundo de paises en vías de desarrollo. Están implementando Internet de alta velocidad en todos los hogares de manera similar a la entrega de electricidad, agua corriente y alcantarillado. Ningún hogar deberá pagar más del 2% de los ingresos familiares para disfrutar de esta súper autopista del futuro. Una sin asfalto, sin túneles, viaductos, u hormigón.
2- Segunda verdad: el ser dueño de un dispositivo electrónico adecuado para recibir y enviar información, un desafío profundo, especialmente en los países en desarrollo, se convirtió también en un derecho humano básico. ¿Por qué? Porque con COVID 19 surgió un problema social monumental: cientos de millones de niños en el planeta quedaron completamente excluidos durante los últimos 5 meses del sistema educativo. La falta de Internet, ahora en proceso de resolución, y la falta del dispositivo o equipo (“gadget” en Inglés), constituyen pues un dúo diabólico de una tragedia de proporciones globales.
Dado que el módulo de Internet está siendo resuelto, necesitamos concentrar entonces nuestra atención en el segundo dilema. El equipamiento.
Este fue el punto en un proyecto en el que estuve involucrado, tratamos de resolver. One Laptop Per Child (OLPC), un proyecto sin fines de lucro nacido en el Laboratorio de Medios del MIT intentó, como su nombre lo indica, brindar a cada niño en la tierra un dispositivo educativo robusto y de bajo costo como parte de un derecho básico del niño. El proyecto no era un proyecto de computadoras portátiles. El portátil era solo un vehículo, pero uno que las personas podían visualizar y retener en su memoria debido a sus cualidades visuales y físicas. El verdadero objetivo era un proyecto de equidad social. Abogó por una democratización del acceso al mundo del conocimiento de tal manera que un niño en la selva amazónica, o en las aldeas remotas de los Andes o del Himalaya, o en la sabana africana, o en el desierto del Medio Oriente, pudiera tener el mismo acceso al conocimiento en calidad y en cantidad, como el niño más privilegiado de Nueva York, Tokio o Berlín. La tecnología que existía a principios del siglo XXI lo hizo posible. Entregamos más de 3 millones de computadoras portátiles en 51 países y 21 idiomas, incluidos idiomas que se estaban desvaneciendo a menos que pudiéramos digitalizarlos, como el quechua, el guaraní, el aymara, el zulú, el sikuani, el swahili y muchos otros más.
Pero para que esto fuera posible, ese dispositivo debería tener las siguientes características que constituyen las siguientes 7 verdades:
“ El Poseer un quipo para acceder al mundo del conocimiento por Internet se convirtió igualmente en el “otro” derecho ciudadano”.
3- Tercera verdad: debe ser construido para niños. No uno para adultos al que le aplicamos un régimen “anoréxico” para que sea asequible para los niños. ¿Por qué? ¡Porque los niños… son niños! Tiene que ser resistente y distinguible por su forma, su color, su funcionamiento como una herramienta educativa para los niños para que nadie pueda verse tentado a robarlos.
4- Cuarta verdad: debe ser de muy bajo costo. Al inicio del programa en 2005, una computadora portátil comparable costaba más de $ 1,100 dólares. Abogamos por al menos a llegar a una cuyo costo fuera no más de $ 100 dólares. De ahí el nombre de la “Laptop de cien dólares”. (Nunca alcanzamos ese número debido a la falta de volumen causado a su vez por los feroces ataques de varias empresas comerciales que de alguna manera percibieron el proyecto como una afrenta a su dominio de participación en el mercado-”market share”).
5- Quinta verdad; Debe consumir muy poca energía. El cuello de botella de los desarrollos futuros será la energía, no la conectividad. Si se tienen 1,000 computadoras portátiles en una aldea que usa un generador viejo y se conectan esas computadoras portátiles que consumen 35 vatios / hora cada una a la red de la aldea, se queda sin electricidad la aldea esa noche. A escala mundial, si se tienen mil millones de unidades cargando simultáneamente a 35 vatios/hora, el daño ambiental que se le causa a la humanidad neutraliza los beneficios educativos del sistema. La protección del medio ambiente va pues ligada al consumo de energía por unidad. Una computadora portátil educativa no debe consumir más de 2–3 vatios / hora.
6- Sexta verdad: debe usarse no solo en interiores sino también en exteriores. Muchas comunidades rurales no tienen una escuela per se. La pantalla debe ser a todo color, retroiluminada cuando está en interiores y monocromática, pantalla reflectante (como un Kindle) cuando está al aire libre.
7- Séptima verdad: los niños deben poseerlos. Se convertirá en su posesión más preciosa. Deben poder llevarlos a sus hogares donde otros niños, familiares, adultos y vecinos puedan beneficiarse de su uso. De ahí la importancia de tener internet en casa o al menos cercano a casa en aldeas remotas.
8- Octava verdad: debe tener un amplio material educativo para que un niño pueda explorar, crear, construir, aprender a programar (leer y escribir código). Mantener viva su creatividad y curiosidad es la mejor contribución que un proyecto como este puede proporcionar a chicos hambriendos de conocimiento y con “fuego” creativo en las entrañas.
9- Novena verdad: los gobiernos deberían hacer de este tipo de proyecto una prioridad nacional, no partidista. Si todos estamos de acuerdo en que este es un derecho humano básico, entonces la política está fuera de lugar.
10- Décima verdad: Por último, un cambio en el paradigma educativo es ahora evidente, debido a COVID 19. Los niños de hoy van a la escuela para aprender de un maestro que brinda conocimiento uniforme a todos los miembros de la clase, independientemente de las diferencias individuales en su desarrollo. Luego se va a casa para hacer la tarea. El nuevo paradigma probablemente significará que los niños irán a la escuela para hacer la tarea con un tutor-entrenador-facilitador y volverán a casa para aprender a través de Google, Kahn Academy, Wikipedia, Cursera, DuoLingo, etc., etc. Es el paradigma adecuado para el futuro post-covid 19.
Huelga decir que la computadora portátil OneLaptop Per Child, llamada cariñosamente la XO, cumplió con todos estos atributos. Hasta el momento, nadie ha igualado semejante conjunto de cualidades
Si no comprendemos estos 10 aspectos críticos de la educación en la época de COVID 19, les habremos fallado a nuestras generaciones futuras. Estas son verdades básicas, cambios fundamentales que venían en proceso pero que la pandemia aceleró convirtiéndose tal vez en una bendición disfrazada, una faceta “sorpresa” que este virus trajo a la humanidad.