septiembre 12, 2020

Capítulo IV- Viaje a Kenia como pilotos frustrados.

Salimos pues desde Amman en un avión comercial de Egypt Air, a Cairo, dejando en Jordania nuestra querida avioneta N77NH Piper Cheyenne II siendo pintada con los colores y diseños de Royal Jordanian Airways. Sentimos nostalgia. Para que negarlo. Era nuestra mascota, nuestra gran compañera de viaje. Llegamos a Cairo en las horas de la tarde. Allí dormimos una noche en el hotel Hyatt que queda al lado de las pirámides, iluminadas espectacularmente, y cenamos en la terraza en una noche fresca pues estábamos ya en Octubre, con las milenarias Pirámides como telón de fondo al frente, en compañía de alguien que se había convertido casi como nuestros padre y madre. Un preludio verdaderamente entrañable, algo inaudito, que caló fuertemente en nuestros corazones y cimentó de una manera indeleble nuestra relación personal hasta el momento de sus respectivas muertes.

Sahara Pyramids Inn, Cairo, Egypt - Booking.com
La vista desde el hotel en una noche de magia.
Foto utilizado como ilustración  y con fin educacional solamente, sin ánimo  de lucro.

Al día siguiente volamos a Kenia, vía Jartum y Adis Abeba. Aterrizamos en el aeropuerto de Jartum, una choza sin paredes y solo con una parte cubierta para baños y un restaurante, que estaba cerrado. Los baños no tenían papel higiénico, apestaban porque los sanitarios no funcionaban, y afuera había unas trecientas personas, igualmente malolientes pero con trajes de diseños muy vistosos y muy coloridos, con turbantes, con niños llorando y cargándolos de diferentes maneras, unas veces por delante, otras en las espaldas con unas especies de sábanas que les daban la vuelta, algunas de ellas dándoles del pecho a sus bebés en frente de todo el mundo, en medio de un calor infernal, dentro de un ambiente cargado, pesado y lleno de moscas grandes, ruidosas, que la gente espantaba constantemente con unos abanicos, con periódicos, con la mano, con lo que fuera. Cecilia y yo nos miramos y pensamos para nuestros adentros: “ y esto es lo que se nos espera en Africa?”. Estuvimos allí tres horas porque el camión de combustible no aparecía, no había oficiales del aeropuerto a quien la tripulación de la aerolínea Egipcia pudiera acudir, éramos muy pocos los blancos allí; casi nadie, o nadie, hablaba Inglés. La cosa no pintaba bien. Tan pronto la aerolínea pudo completar su re-tanqueo de combustible, salimos corriendo al avión con la esperanza de que el próximo aeropuerto fuera un poco mejor.

Aterrizamos en Adis Abeba. Mi referencia sobre dicha ciudad y sobre Etiopía en general, fuera de haber leído sobre el Emperador Haile Selassie, descendiente del Rey Salomón y de la Reina de Saba, era el saber que allí había estado en los años 60 como embajador de Colombia, Jaime R Echavarría, amigo de mi familia, compositor, pianista increíble, bohemio de pura cepa, nuestro Agustín Lara criollo, autor de una bella canción llamada “Noches de Cartagena” y otra muy linda llamda “Me estás Haciendo Falta”. Su nombramiento como Embajador nos había parecido increíble, chévere, una especie de aventura, porque el emperador todavía vivía (murió en 1975) y era una figura emblemática de ese misterio y ese encanto que para uno tenia la palabra Africa. Al llegar, nuestra impresión obviamente fue la de un aeropuerto más civilizado y menos traumático comparado con lo que habíamos dejado atrás unas dos horas y media antes en Sudán, de todas maneras el edificio del aeropuerto semejaba  más bien el aeropuerto de alguna ciudad pequeña de los años 50 en un país como el nuestro, Colombia, algo así como Caucasia, para los que conocen dicha región. Nuestra estadía allí fue fugaz, sosa, sin sobresaltos y sin nada digno de relatar, fuera del deseo de volver a decolar para poder llegar a nuestro destino.

Un viaje a Kenia en aerolínea comercial, via Cairo, Jartúm, Adis Abeba, Nairobi. Noor tenía razón. Si algo nos hubiera pasado en Sudán o Etiopía, ese avioncito y nosotros, quizás hubiéramos pernoctado muchos meses / años allí. en aero

Llegamos, finalmente, a Nairobi al final del día. Najeeb había pasado todo el día callado, “moody”, pues no le gustó para nada que no hubiera podido volar el mismo su avión en este trayecto, aun cuando estaba ilusionado con la idea de pintar su avión en unos colores muy interesantes y sofisticados, creados por uno de los diseñadores de imagen de aviones mas famosos del mundo, una firma de Houston, Texas. Najeeb los había contratado para diseñar el nuevo logotipo de los aviones de PanAm. Noor, por su parte y como buena arquitecta que era, graduada dePrinceton, ejercía mucha influencia en todo lo concerniente a diseño urbano, y diseño en general. Tuvimos oportunidad de ver con nuestros ojos los esfuerzos en este sentido, al visitar la Fundación Rey Hussein en Amán, a donde las mujeres Beduinas, hábiles tejedoras de todo tipo de telas, habían sido instruidas y refinadas en lo que ya era de por si una gran educación visual, evidente en sus tejidos, por un profesor que Noor había traido desde Cranbrook Academy de NY, uno de los centros de diseño mas famosos del mundo. El resultado más visible de este esfuerzo, consistió en que sus productos, tales como cobertores de cojines, colchas, manteles, cortinas, etc., ya se vendían en Bloomingdales en NY con mucho éxito.

 Nos esperaba en el aeropuerto una limosina con chofer con uniforme vistoso, tipo safari, que nos llevó al hotel, enviado por la famosa firma de safaris Abercrombie & Kent. Esa noche teníamos cena en casa precisamente en la residencia del otro de los miembros de la junta directiva de WWF, Geoffrey Kent, dueño de la empresa de safaris. Bueno, ni para que les cuento la “casa”. Una quinta enorme, una especia de club, blanca con maderas gruesas, con terrazas y salones adornados con trofeos de caza mayor, alfombras de piel de cebra, con un mobiliario digno de una sala de exhibición de algún decorador famoso, con dos canchas de polo, con pesebreras para cien caballos de polo, con un ejército de sirvientes uniformados impecablemente. Esto era más bien un set de película, un sueño.  La cena parecía más bien el set de una película como Casablanca o alguna otra película de las cuales África se mostrase esplendorosa como si todavía estuviéramos en la época de la colonia Inglesa en esta parte del mundo. Los criados estaban todos ataviados con uniformes blancos y con gorros al estilo africano de cacería, color natural, con una cinta de medio lado, muy inglesa en verdad su apariencia, con un toquecito de uniforme militar, pues ya sabemos que los ingleses para los uniformes no les ha ganado nadie en la vida. Eran unas 100 personas, lo más granado de la sociedad de Nairobi y del mundo internacional de la caza mayor, de excursiones especializadas en safaris fotográficos o de simple turismo e, igualmente, de ese nuevo mundo que comenzaba a preocuparse por el medio ambiente, por la ecología. Adicionalmente a ser el dueño de semejante empresa de turismo de alto vuelo, era un polista empedernido que hacía parte del equipo de polo del príncipe Carlos de Inglaterra y quien participaba de todos los concursos internacionales muy especialmente en los Estados Unidos, en la temporada de polo de Connecticut y de Palm Beach. Geoffrey hacia parte con Najeeb del comité que había motivado este viaje y que constituye la razón principal de esta narración, que mas parece salida de las Mil y Una Noches que de un simple viaje de turismo al Africa.  Pero no desesperen, que lo mejor está todavía por ocurrir.

Pero lo más importante de la noche, y tal vez de todo el viaje, fue que en esta fiesta conocimos igualmente a otro personaje, quien haría de nuestro viaje algo aún más fascinante , de embrujo, de lo que hasta el momento ya  había sido. Esta persona hacía parte también de la junta directiva del WWF y del comité de visita y como tal era una de las personas que nos acompañaría en el resto del viaje. Por ello vale la pena enfatizar otra vez que el motivo principal del viaje era visitar una finca de una persona que llevaba varios años cuidando el rebaño más grande de rinocerontes blancos que existía en un solo lugar y había solicitado para tal fin una donación de la WWF para poder seguir sosteniendo semejante empresa de protección de estos animales de los cazadores furtivos o piratas para vender sus cuernos en el mercado asiático y del medio oriente, lo mismo que con los cuernos de marfil de los elefantes, de los cuales había varias manadas en la finca de esta señora. El nombre de esta persona es Richard Leakey quien resultó ser nada más ni nada menos que el hijo de Louise y Mary Leakey (pido disculpas por repetir esta parte del relato, pero es imporante no perder el hilo conductor de esta aventura),  paleontólogos de fama mundial los que descubrieron el fósil humanoide más importante que hasta las fechas se había descubierto llamado  Australopitecus Afarensis por su nombre científico, conocido como “Lucy”, sobre quien calculaban habría habitado esta región de África hace unos tres o 4 millones de años y posiblemente era lo más cercano que se conocía a lo que podríamos llamar el eslabón perdido. Richard desde muy pequeño había participado con sus padres en la exploración y descubrimiento de todos estos restos, en su clasificación, análisis, pruebas de carbono 14, y en la autoría del libro que se llamó el Origen del Hombre. Una persona grande, robusta, rubia, cargado de vitalidad. Se puso inmediatamente a disposición de Najeeb y de nosotros para convertirse en nuestro guía en los próximos días que permaneciéramos en Kenia. Yo sinceramente no sabía mucho de su fama y tuve que hacer un gran esfuerzo para ponerme un poco  a velocidad y compartir con Cecilia algunas de las cosas que íbamos captando durante la conversación de la noche porque todo lo que decía era absolutamente fascinante. Descubrimos igualmente que era un ávido piloto y en ese momento la chispa de la amistad y de la buena química entre él y Najeeb fue evidente. Conocía de sus hazañas como piloto de prueba y de haber sido presidente de PanAm. Obviamente, no había pasado mucho rato sin que Najeeb comenzara a indagarlo sobre la posibilidad de alquilar un avión para poder volar sobre Kenia, uno de los sueños principales que tenía de venir a este país. La conversación de ahí en adelante  se centró entonces en cómo demonios haríamos para alquilarlo y cómo transportarnos entonces hacia la finca de la persona que solicitaba la donación.

Richard Leakey, nuestro anfitrion por varios días con los cráneos de dos de sus grandes descubrimientos con los cuales formula su teoría sobre el origen del hombre.
Foto utilizada como ilustración  y con fin educacional solamente, sin ánimo  de lucro.

Pero si el conocer entonces a este personaje fué de por sí algo verdaderamente fuera de lo común, en la misma fiesta conocimos a la persona a la cual iríamos a visitar en su finca. No sabría decirles quién fue más importante para nosotros si conocer a Richard o si sería esta otra persona. Déjenme entonces  ilustrarlos para que vayan entrando en calor sobre quienes fueron todos estos personajes de novela.

Hacía varios años un matrimonio judío italiano de Milán, Paolo y Kuki Gallmann, habían vendido todas sus pertenencias en Italia y comprado una enorme finca de 25,000 ha en Kenia. Se mudaron y comenzaron las labores de agricultura y ganadería propias de la región.  Descubrieron que allí pastaba también un gran rebaño de rinocerontes blancos, varios rebaños de elefantes de colmillo grande, y varios caseríos donde habitaban miembros de la  tribu Masai. Estos Masai,  dentro de las tareas que normalmente realizaban, cuidaban también estos rebaños para que cazadores furtivos o piratas no incursionaran en la finca para matar los rinocerontes o los elefantes. Paolo  iba y venía a Italia y Kuki permanecía en el rancho con su hijito Emanuele. El drama y la tragedia comienza a desenvolverse al enterarse Kuki de la muerte de su marido en un accidente de automóvil en Milán, estando ella embarazada su segundo bebé, una nenita que nació varios meses más adelante de la muerte de su padre y a quien ella bautizó con el nombre de Sveva. Se queda entonces esta señora con semejante empresa, una finca de 250,000 hectáreas, con su hijo que en ese momento ya tenía los 14 años y con su bebita recién nacida. Ya le había tocado experimentar el grado de maldad de los cazadores de rinocerontes y elefantes que vendían los cuernos como afrodisíacos o como cachas de las dagas o como grandes adornos y piezas de coleccionistas de marfil, en el caso de los elefantes. Tenía, pues, más problemas de los que necesitaba.

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Libro que escribe Kuli para mostrar al mundo el problema de la extinción de los rinocerontes blancos y la cacería de elefantes para vender los cuernos de cada una de estas dos especies.
Foto utilizada como ilustración  y con fin educacional solamente, sin ánimo  de lucro.

Pero aquí no termina la cosa….

Los rinocerontes, declarados ya en aquel entonces como especies en peligro de extinción, y siendo el rebaño que habitaba en su finca si no el más grande, uno de los más grandes, fue lo que motivó a que Kuki acudiera a la WWF para solicitar una donación que le ayudara a pagar a las tribus Masai para que protegieran los rebaños, pues tendrían que dividirse entre cultivar sus animales o sus plantas, y cuidar los rebaños. Ustedes se imaginan lo que es proteger un rebaño de rinocerontes o varios de elefantes en una finca de 25,000 hectáreas día y noche, más de noche que de día porque era en esas horas donde incursionaban para matarlos?; toda una empresa que requería de gentes, campamentos, comunicaciones, pastoreo y seguimiento de los rebaños en sus nomádicos viajes en busca de agua y comida de acuerdo a las estaciones de lluvias o sequías,  algo muy normal y milenario en la enormidad de esta planicie africana. Fué durante esta conversación después de la cena cuando supimos en detalle la agenda y el itinerario que nos esperaba los próximos días. Pero como si fuera poco, la posibilidad de alquilar una avioneta incrementó la sensación de aventura que ya de por sí nos tenía bastante abrumados.

Travel Expert Geoffrey Kent on Where to Go in 2019 | Artful Living
Geoffrey Kent, nuestro anfitrión la noche anterior al viaje a la hacienda de Kuki Gallmann.
Foto utilizada como ilustración  y con fin educacional solamente, sin ánimo  de lucro.

A la mañana siguiente, obviamente, lo primero que hicimos fue comenzar el proceso de alquiler de la avioneta para lo cual Richard nos acompañó; luego de diligenciar todos los trámites necesarios de licencia de piloto, (imagínense, Najeeb cuando fue gerente de la Federal Aviation Administration fue quien instauró el licenciamiento de pilotos de acuerdo a unos rigurosos manuales de procedimientos y era quien firmaba la licencia de todos los pilotos que entraban en espacio aéreo americano- tuvimos un gran amigo, jefe de pilotos de Avianca, el Capitán Alvaro Jaramillo, quien nos mostraba orgulloso su licencia, firmada por Najeeb!), seguros de todo tipo y reconocimiento de idoneidad del piloto en mención (Ja!), Najeeb se alquiló una avioneta Cessna 172 con capacidad para cuatro personas. Hacía muchísimo tiempo que no volaba aviones Cessna, pues desde hacía muchos años estaba volando Pipers y en este caso era un bi-motor y de turbina, no monomotor de pistones. Pero como buen piloto de pruebas de la Marina Americana, donde como ya tuve oportunidad de relatar, le entregaban aviones alemanes durante la guerra y luego se los entregaban a estos jóvenes pilotos, que habían aprendido a volar casi por si mismos, por instinto, en planeadores en la finca de Stanford, hoy Silicon Valley, el cambiar de una marca a otra le importaba un pepino. Yo, que acompañé a Najeeb y a Richard en la diligencia, no dejaba de maravillarme la atracción y la pasión que el volar ejerce sobre pilotos empedernidos como estos. Eran como niños chiquitos comprando un juguete. Claro que para mis adentros pensaba si los controles, manuales y procedimientos de un Cessna monomotor, serían muy diferentes de los de un Piper bi-motor y si esto nos causaría algún problemita en la mitad de una llanura o selva Africana. Pero al ver la resolución con la que ellos dos actuaban y el saber que al lado iría en otra avioneta Richard, me tranquilizó y borró cualquier posible preocupación que se pudiera atravesar por mi mente. Claro que si Cecilia hubiera estado en las discusiones, se hubiera petrificado del susto.

Dejó todo listo para salir al día siguiente y ya sin ese compromiso encima de nosotros, el resto del día lo pasamos visitando Nairobi muy especialmente con Richard viendo lo que él estaba montando como Ministro de Preservación de la Fauna y la Flora y del Medio Ambiente en Kenia. Estuvimos esa noche cenando en un restaurante donde las principales viandas eran  carnes de caza mayor; antílopes, cerdos salvajes y otros animales de sabores, colores y apariencias menos apetecibles, que sinceramente nos parecieron amargos y bastante difíciles de digerir. Pero como dice el cuento, cuando en Roma haz como los romanos. Por lo tanto, había que aprender a comer de todo. Así lo hicimos y tal vez sea mejor dejarlo aquí para no entrar en detalles aburridores.

Muy temprano en la mañana siguiente salimos para el aeropuerto a preparar el plan de vuelo en la torre de control con Richard, quien dio las coordenadas y el nombre de la finca a la cual íbamos a volar. La mañana estaba clara, nítida, con una temperatura muy agradable y decolamos en las dos avionetas.

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Las acacias, el árbol insignia de la llanura del este de Africa, símbolo de esta aventura por motivos que verán más adelante. Foto utilizada como ilustración  y con fin educacional solamente, sin ánimo  de lucro.

Próximo Capítulo (V)- Ahora si, El Origen del Hombre desde 25,000 pies de altura,

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Rodrigo Arboleda

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