La transformación de Medellín, apoyada en la Innovación, la Ciencia y la Tecnología.
Entrega I
Octubre 2002- Finales de 2016
El Caos, El Rescate, La Recuperación
En Julio del 2003 escribí para la revista PODER, de gran circulación en aquellos tiempos, hoy extinta, un artículo que se tituló “Un viaje hacia la Esperanza”. Se trataba en aquella época de describir un proyecto de transformación de toda una cultura de violencia por una de un insipiente cambio hacia la paz y la modernidad, usando para ello la tecnología, donde uno de los barrios más violentos del mundo, La Comuna 13 y en la ciudad más violenta del mundo, Medellín, Colombia, sirvieron de ejemplo para dar un vuelco monumental de cultura ciudadana no solo en la ciudad sino en gran parte del país completo.
He vuelto a visitar recientemente dicho barrio, donde tuve oportunidad de escuchar una narrativa algo diferente a la que me tocó vivir y aspiro aquí, entonces, recrear lo que significó todo este proceso de transformación bajo la lente de mi experiencia personal.
Pequeña historia:
Tuve oportunidad de participar en una visión futurista del entonces presidente de Colombia Belisario Betancur, con quien, en 1982, instauramos el proyecto del Centro Mundial de la Informática del gobierno francés del presidente François Mitterrand. Betancur tuvo como uno de sus pilares importantes de gobierno el tema de “Educación a Distancia”, en su proyecto bandera llamado CAMINA, adelantado a su tiempo por un par de décadas. Un verdadero visionario. Este programa aspiraba a sumergir en el mundo digital a niños desde sus 5 años, como respuesta a lo que Mitterrand denominó el “Desafío Mundial”, frase / titulo del libro “Best Seller” del escritor Jean Jacques Servant-Schreiber, referente a aquello de quedarnos atrás y perder la oportunidad de participar efectivamente en ese nuevo mundo de las tecnologías digitales. Fue mi inmersión en el mundo de la tecnología aplicado a la educación, bicho que me picó y no me ha abandonado desde aquella época.
Si nos remontamos aún más atrás en esos temas en Colombia, llegando a los años 50, encontraremos un verdadero Quijote, un cura adelantado, ya no dos décadas, sino tal vez medio siglo a su tiempo: Monseñor Jose Joaquín Salcedo, fundador de Radio Sutatenza, quien acuñó el término: “La Revolución de la Esperanza”. Con iniciativa y tenacidad logro educar a más de 4.5 millones de campesinos utilizando la tecnología de punta del momento: el radio transistor. Verdadero proyecto transformador y visionario.
Alvin Toffler en su libro “Shock del Futuro” y luego en su segundo “La Tercera Ola”, describió con admiración la labor titánica que “Monse”, como le llamábamos, desarrolló en Colombia, precisamente por esa visión de largo plazo, digna más de un futurólogo, que un cura de pueblo, para esos lugares y seres humanos aparentemente olvidados po Dios y por el mundo, como eran esos campesinos que Sutatenza conectaba en los años 40.
Saltemos varios años hacia adelante, a comienzos del Siglo XXI, y la idea de la Revolución de la Esperanza, ahora en versión 2.0, consistió en reemplazar el radio transistor por un laptop de bajo costo y bajísimo consumo de energía, y reemplazar el concepto de Radio Sutatenza, genéricamente hablando, por el “Internet”. No inventamos nada nuevo. Simplemente reciclamos y adaptamos la tecnología con los adelantos de la época.
Comprendieron mis compañeros en MIT, dirigidos por Nicholas Negroponte, amigo desde mi primer día alli en 1962, que debíamos comenzar a labrar una filosofía orientada a democratizar el acceso al mundo del conocimiento para abarcar a todos los niños en países en vías de desarrollo para no dejarlos atrás y que pudieran convertirse en ciudadanos efectivos en sus respectivos países, Es decir, globalizar lo que “Monse” había hecho con su proyecto de Sutatenza y cumplir la promesa que justo él me hizo promter cumplir antes de su muerte: la de continuar su legado.
Se le dio un nombre directo que llevara el mensaje sin tapujos. Se llamó “Un Laptop Por Niño” (One Laptop Per Child, o OLPC por su sigla in inglés). Era la secuencia lógica y necesaria si deseábamos democratizar el acceso al mundo del conocimiento a los niños olvidados del mundo.
Sin embargo Medellín de 2003 era algo mas parecido a Beirut, circa 1972. Era difícil saber de dónde venían los disparos. Era aún muy reciente la recuperación de la soberanía del estado en esos barrios. Fue entonces cuando llegamos a la Comuna 13 a poner en práctica un proyecto que ha habíamos implementado en el Media Lab del MIT (Massachusetts Institute of Technology) donde yo participé por varios años como “Académico Visitante” (Visiting Scholar como se le conoce en inglés).
Esa iniciativa en los finales de 1980 en Cachemira, entre India y Pakistán, la llamamos, ExP (Education For Peace). En dicha región de 265,000 habitantes, había 65,000 elementos militares o fuerza pública. Es decir, un número desproporcionado de efectivos militares en comparación con la población del lugar. Aún así, la violencia no amainaba.
Un general del ejército Indio, Arjun Ray decide poner a los 65,000 militares a construir hospitales, escuelas, acueducto y alcantarillado, en lo que llamó “prevención de conflicto”. Al Media Lab le solicitó involucrarse para manejar el aprendizaje en las escuelas, utilizando a los mismos militares, para que fueran ellos los que interactuaran con los chicos y se ganaran así la admiración, el respeto y la confianza de la población.
A los pocos años la violencia había desaparecido en un 80%. No sobra decier que el general Ray se convirtió en toda una celebridad y abrió años más atrde una fundación en Bangalore para poner en práctica proyectos similares. El proyecto de Cachemira arrojaba esperanzadores resultados y merecía ser imitado. Decidimos ponerlo en práctica en Medellín. ¿Por qué Medellín?, Buena pregunta.
Medellín en los años 80 y 90 fue la ciudad más violenta del mundo, por mucho. Contaba con la vergonzosa estadística de tener más de 381 muertes violentas por cada 100,000 habitantes, Ninguna ciudad se le acercaba ni remotamente en esa categoría. Para hacerse a una idea de lo terrible de esa magnitud, podemos ver que hoy en 2024, que tal vez vez la ciudad más violenta del mundo es TIJUANA en México, con 138 muertes violentas por cada 100,000 habitantes.
Las fuerzas vivas de la ciudad de Medellin, sectores públicos, privado, academia y ONGs, decidieron que tenían que hacer algo porque, de lo contrario, la ciudad se volvería inviable (en la segunda entrega de esta serie, relataré como ello se gestó 10 años antes en la ciudad).
Relatan personas cercanas al proceso, que se inspiraron en la disyuntiva que encaró el presidente John F. Kennedy cuando a comienzos de los años 60 se encontró no solo con un satélite ruso en el espacio, el Sputnik, sino más aún, con un cosmonauta ruso allí también: Yuri Gagarin. Tuvo entonces que crear algo que amalgamara la energía latente de la cultura norteamericana, basada en la creatividad, la inventiva, el pragmatismo, y el deseo de generar riqueza, condimentado con ese espíritu competitivo tan propio de su ADN, para poner en marcha lo que se llamó un “Sueño Imposible”, el de llevar un humano a la luna, regresarlo vivo y hacer las dos cosas antes de que terminara la década del 60. Años más tarde a este esfuerzo se le llamó un “Moonshot”, es decir, el llevar a cabo “sueños imposibles”.
Los líderes de Medellín decidieron finalmente crear su “Moonshot”. Algo que yo no conocía en ese entonces pero que las coincidencias finalmente encuentran su sincronización pr si mismas. Para llevar a los profesores de MIT que habían estado en Cachemira, para entrenar a los policías y soldados, en la Comuna 13, meses atrás fué necesario intervenir el barrio militarmente. De lo contrario, era imposible entrar alli´. A ese operativo se le llamó la “Operación Orión“.
El gobierno central y la alcaldía de Medellín conocieron de nuestro proyecto en Cachemira y nos invitaron a desarrollar uno similar en la Comuna 13. Esa visita fue la que originó mi artículo en la revista PODER mencionado al comienzo de esta narración. Fue nuestro ExP (Education for Peace).
Durante tres semanas fuimos diariamente a dicho barrio, rodeados de protección militar y policial. Entrenamos un grupo de ellos en el manejo de los computadores de Hewlett Packard (HP) con software educacional desarrollado en MIT. Este software, llamado LOGO, es el invento transformador de un científico / genio de MIT, Seymour Papert.
LOGO fue acondicionado a las necesidades locales apoyándose en lo aprendido, no solo durante largos períodos desde el proyecto CAMINA en Colombia 1983-85 (donde Seymour Papert participó siendo un joven profesor de MIT), sino de avances que por casi 20 años habían logrado en varios proyectos que se desarrollaron ya dentro del Media Lab (que fue fundado en 1985, 3 años después de inaugurado el Centro Mundial de la Informática en Colombia).
La operación Orión tuvo dos componentes, uno militar, y otro social. Obvio que la parte militar fue violenta. Atroz. Fue una guerra a muerte. Desgraciadamente, la historia se ha centrado más en los efectos de la parte militar, y la narrativa ha sido muy probablemente manipulada para hacer de dicha operación algo mucho más violento e injusto por parte de la fuerza pública de lo que en realidad fué, ya que lo que percibimos directamente y de primera mano los que estuvimos allí a los pocos meses, cuando fuimos a implantar nuestro ExP había sido algo muy diferente. Es uno de los objetivos de este relato: Aclarar la narrativa.
Hacía años, tal vez décadas, las numerosas facciones criminales dominaban la comuna. Ni la policía se atrevía a entrar. Por ello, erradicarlas, fue labor difícil, ingrata, no exenta de atropellos, injusticias y abusos. Pero la narrativa omitió la enorme labor social, psicológica y terapéutica que numerosos actores de la ciudad desplegaron con gran riesgo a sus vidas, por devolver a dicha comuna, algo de paz y de esperanza.
Estuvimos protegidos por el destacamento militar y policial, pero apoyados por la secretaria de educación y por todo un grupo numeroso de asistencia social de la alcaldía de Medellín. Iba con nosotros toda una pléyade de visitadoras sociales, sociólogas, psicólogas, expertas en manejo de traumas psicológicos y psicosomáticos, expertas en reinserción a la vida civil de comunidades traumatizadas por eventos violentos incrustados en su seno. Aprendimos muchas cosas de los estragos que la violencia indiscriminada causa en la población civil. Algunas, macabras. Por ejemplo, conocimos que cuando uno de estos grupos criminales estuvo rodeado por los militares en la Operación Orión, en medio de plena batalla, desde una escuela en la cumbre del barrio, decidieron dinamitar la escuela para que no sirviera de trinchera como ellos mismos la habían utilizado por meses. (ver fotos).
Aspiro ilustrar con estas fotos varios objetivos: Primero, el grado de caos reinante a comienzos del Siglo XXI en esa localidad; segundo, el comienzo de un proceso de cambio de cultura/mentalidad/, usando la tecnología digital como punto focal; tercero; los excelentes resultados rápidamente obtenidos.
De las primeras cosas que nos enteramos fue del grado de desnutrición y de pánico y parálisis psicológica en que la fuerza pública encontró la población. Los chicos se habían convertido en personas mudas. No se atrevían a hablar. Habían pasado semanas arrastrándose por el suelo de sus residencias porque el calibre de las balas de las bandas criminales que se disputaban el territorio era de tal fortaleza, que penetraban las paredes de ladrillo de las residencias y habían matado ya varios habitantes en el interior de estas. Las madres, la mayoría cabeza de familia, es decir, madres solteras o viudas, hacia días no se atrevían a salir a comprar víveres. Habían tenido que usar papel periódico con limón y sal, para que los niños comieran algo que les supiera a lo mas cercano posible a comida.
Las visitadoras sociales que comenzaron a llegar, al ver el grado de mutismo encontrado en los infantes les decían a las profesoras que ellos no hablarían porque pensaban que los descubrían y mataban. Tuvieron que recurrir a darles hojas grandes de papel y marcadores de colores y pedirles que pintaran lo que se les viniera a la cabeza. Las pinturas que hicieron se convirtieron en piezas de análisis psicológico. Todas eran figuras caóticas, violentas, cargadas de mensajes subliminales que ilustraban el grado de crisis tan enorme que reinaba en la población
Pasaron semanas y meses, pero llego el llegó el momento de compartir con la comunidad los logros obtenidos con el programa ExP. Nicholas Negroponte, el Chairman y co-fundador del Media Lab de MIT y un gestor de OLPC, nos acompaño en la ceremonia. Nicholas y yo habíamos estudiado juntos arquitectura en MIT y hemos sido amigos de por vida.
Habíamos entrenado no solo a los policías sino a los abuelos y miembros de la tercera edad, quienes tienen la empatía y el tiempo disponible, para que fueran ellos los que ayudaran a los niños a volver a ser parte de una comunidad vibrante. Para poder acceder a la escuela, recién construida como símbolo del renacer de la comunidad, tuvimos que ser protegidos por francotiradores expertos, apostados en techos, accesos y corredores de la escuela.
La ceremonia estuvo cargada de muchos simbolismos. Unos por diseño, otros por capricho del destino. El solo entrar a la moderna escuela, protegidos por francotiradores armados hasta no más, y muchísima presencia militar y policial, era de por si una clara indicación de que aún nos encontrábamos en momentos álgidos de la operación de rescate.
Habían colocado una hilera de desktops de Hewlett Packard, ensamblados ya en la planta de Rionegro, como demostración del trabajo que se había realizado en menos de 8 meses, donde los policías habían sido los emisarios de este cambio. Eran ellos los que daban instrucción a los chicos(as). El ver varias hileras de abuelos y personas de la tercera edad al fondo del patio donde congregaron la comunidad, con camisetas blancas, como testigos fehacientes de lo que había sucedido en estos meses, fue otro de estos simbolismos / realidades, producto de esta transformación.
Finalmente, el ver a los jóvenes sentarse ante el desktop y comenzar a realizar una tarea sencilla de programación, utilizando para ello el lenguaje LOGO de Seymour Papert, fue la realización de que el acceso al conocimiento utilizando herramientas del mundo digital, si podría ayudar a convertir una sociedad que venía de la guerra cuasi abierta, a ser una que pudiera insertarse efectivamente en el siglo XXI, en plena era del conocimiento.
El simbolismo final, tal vez, consistió en que los niños nos obsequiaron a los militares allí presentes, a Nicholas Negroponte, al Secretario de Educación y a mi, sendos dibujos de los que habían elaborado al comienzo de la operación, cuando no hablaban por miedo, pruebas irrefutables del horror de donde venían, pero con la esperanza de un futuro mejor.
Tuvo lugar más tarde el último evento importante. Donde había estado la escuela dinamitada, construyeron en tiempo récord (90 días), una nueva estación de policía, un verdadero “bunker” para evidenciar la presencia del Estado en esta sufrida Comuna 13. Asistí igualmente con Negroponte a dicha inauguración. Fue un verdadero cierre de todo un capítulo que en mi caso se extendió por 20 años desde aquel momento en que por primera vez había sido testigo de la “Revolución de la Esperanza” de Monseñor Salcedo, y que, curiosamente o providencialmente, se volvio a extender por otros casi 20 años, pues regresé nuevamente hace poco. Es por ello que quise ponerle a la culminación de esta narrativa la denominación de ser la “versión 2.0”. En la próxima entrega, veremos lo que considero ha sido la versión 3.0, titulo general de esta crónica sobre la Comuna 13.
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